sábado, 14 de mayo de 2011

15-05-11


Creo en la gente (¿de verdad creo en la gente?; sí, por supuesto que no en toda, pero sí en "mi gente", que son muchos y seguramente lo único en lo que de verdad creo). Todo es muy raro y muy violento en general. Innecesariamente cruel casi siempre. Todo excepto ellos. Tengo cara de boba todo el tiempo. No entiendo nada. Y sólo me sacan de este estado de turbación/desesperación/nosécómollamarlo, los afectos o algunos ataques de rabia repentinos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Voy a hacer un pequeño resumen de momentos que recuerdo al respecto. Me acuerdo de cuando hace 8 años hicimos campaña para las municipales con Iniciativa Ciudadana (un proyecto muy digno, con sus luces y sombras, pero que contaba con algunas de las personas más válidas que conozco) y manejábamos los datos de viviendas vacías en Logroño (15 mil pisos vacíos para una población de 150 mil habitantes. Tela). Recuerdo haber escrito un texto para una publicación que hacíamos que se llamaba Veredas sobre el miedo que daba que las universidades públicas empezaran a hablar de sus alumnos como de "sus clientes" y, sobre todo, a emplear términos como "escasa rentabilidad" para referirse a las carreras de letras (yo entonces estaba estudiando Humanidades). Recuerdo un ataque de rabia hace ya bastante tiempo (no recuerdo exactamente la fecha, pero creo que fue el año pasado en primavera), cuando un periódico alemán filtró la noticia de que España iba a tener que ser rescatada por la UE. Recuerdo que las bolsas se hundieron. Las bolsas me resbalan (cómo no), pero quizá no deberían, por lo menos no mientras sigamos funcionando en este sistema inhumano y cabrón. Digo que no deberían porque cada vez que el Ibex cae o Wall Street o cualquiera de esos agujeros infectos, hay gente como yo que pierde su trabajo o su casa o su vida entera (los tentáculos de las multinacionales llegan a sitios muy raros). Los mercados, esa perversión. Cómo es posible que una noticia interesada y filtrada en un periódico alemán mande a 10 mil españoles al paro (sí, y en realidad todo es muchísimo peor porque no solemos pararmos a pensar hasta qué punto cada una de nuestras inconscientes decisiones diarias manda a la ruina a familias enteras de Filipinas o de Senegal). Todo es terrible, sí, pero no podemos poner de excusa ese horror ni la magnitud del desastre (que nos supera, que es quizá más grande que nuestras fuerzas) para no hacer nada. Me acuerdo de mi madre hablando conmigo poco después de eso. Mi madre, que hace tiempo que sufre por mí y por mis hermanos porque no ve nada claro, porque entiende que las cosas no están bien. La herencia que, ley del suelo mediante (que unos aprobaron y otros mantuvieron), han dejado a nuestra generación, cercenando en gran medida nuestras posibilidades de independizarnos y de vivir bien a la vez (o de independizarnos a secas), es como una venganza inexplicable; un error tremendo que demuestra muy pocas miras por parte de quienes lo decidieron al hipotecar el futuro de un país entero. Hablamos del futuro y yo le explico a mi madre que así las cosas me conformo con que mis hijos (y si no mis sobrinos, o los hijos de mis amigos o los hijos del futuro en general) tengan los mismos derechos que yo he tenido. Y por desgracia no parece que vaya a ser así. Huelga general del 29 de septiembre. Me parte el corazón un señor mayor de CCOO intentando convencer a quienes han decidido trabajar de que deben luchar por defender sus derechos. Me parten el corazón las respuestas; los que lo encuentran gracioso o incluso ofensivo y los que se escudan en el miedo para trabajar ese día. La inconsciencia y el miedo, los no-motores de nuestro mundo. Y todo alimentándolos constantemente. La violencia de los medios de comunicación interesados. La dejadez en sus funciones de quien debe impulsarnos a conocer, a pensar, a ejercer la crítica. La absoluta falta de ética, de decencia y de respeto de nuestra clase política (¿cómo puede ser que los políticos sean una de las principales preocupaciones de la sociedad?, ¿no son ellos precisamente quienes deben solucionar problemas?; es inaguantable). Vemos Inside Job hace poco. Se me queda cara de boba. Ya lo sospechábamos pero caramba, ¡además es cierto!: nadie, absolutamente nadie, vigila a los vigilantes. ¿Cómo hemos podido abandonar así nuestra obligación moral de pedir explicaciones, de reclamar lo que es legitimamente nuestro, lo que tanto costó a otros conseguir? ¿Alguien podría decirme en qué momento concreto nos dejaron de importar las cosas que de verdad importan, las que son de todos? ¿Cómo ha sucedido esto? ¿Y por qué?

Hay que tomarse esto en serio, de verdad, por responsabilidad con el futuro, sí, pero también con el pasado. ¿Cuánta gente luchó, sufrió o quedó en el camino por conseguir las cosas que tenemos hoy? No sé. No estoy de humor. Me desagradan sobremanera los partidos políticos. Me pone enferma la compaña electoral, esa celebración constante de la hipocresía y del cinismo. Me avergüenza. No siento que nadie me represente. Hay honrosas excepciones, pero son muy muy pocas. Sí que siento que me representa "mi gente" y por eso me parece importante lo de mañana. Por otro lado, comprendo perfectamente los recelos de ciertos grupos de izquierda al margen de los partidos políticos sobre esta inicitativa (pinchando aquí tenéis un artículo al respecto). Los comprendo pero en este caso no los comparto. No tengo muy clara la alternativa, si es que la hay. Pero no me parece soportable que nos tomen así el pelo, que nos utilicen así, que nos sangren de esta manera sin que nos quejemos siquiera. Todos nos usan, lo sé, pero no está mal dar oportunidades a las cosas nuevas. No sé si esto servirá de nada pero puede ser bonito, puede ser importante. Si funcionamos por estímulos es posible que ver a gente, ver a mucha gente, encontrarnos, pueda llevarnos a un estado diferente, a un nuevo refugio frente a la apatía generalizada.

Me vienen poemas a la cabeza. Me acuerdo de uno de David Eloy Rodríguez que dice que el poema es la erección del ahorcado./ Demasiado tarde y para nadie./ pero ahí (pues así nosotros) y también de los dos versos finales de Salta antes de mirar de Auden, que dicen aunque te quiero, tendrás que saltar/ nuestro ensueño de seguridad debe desaparecer. Sí, debe desaparecer porque realmente ya no existe. Hace tiempo que saltar no es una opción, sino un imperativo. Dejo ya de escribir; me están entrando unas ganas locas de fumarme un cigarrillo aunque llevo ya más de cuatro meses sin fumar. Yo sólo quería escribir un textito rápido, no sé, cuatro líneas, y la cosa se me ha vuelto a ir de las manos. Perdonad el tostón. Me gustaría que mañana fuera un día importante y quería dejar constancia de ello. Dejo aquí también una canción que me gusta un mucho, un clásico de los argentinos Todos tus muertos con Fermin Muguruza. En un momento dado cantan porque esperanza es palabra de blancos para negros indígenas y explotados, y quizá no esté mal repensar quiénes son "los blancos" ahora mismo, en un mundo en el que las diferencias son cada vez más grandes y más terribles (y también cantan se acabó el esperar, se acabó el mendigar, no hay nada que perder y sí mucho que ganar ¡dignidad!; y no está mal que nos creamos eso). Cruzo los dedos porque mañana haya mucha gente en la calle. Porque esto sea esperanzador, aunque me digan que sólo los ingenuos tienen esperanza.




1 comentario:

Óscar Garrido García dijo...

Interesantes reflexiones, también hay que tener en cuenta que el miedo va unido a la idea de supervivencia, la cual tiene un poder muy grande en muchas personas ¿dónde es la manifestación en Logroño?