lunes, 7 de mayo de 2012

un fragmento del prólogo de santiago alba rico para dinero, de miguel brieva*



Walt Disney y los terroristas suicidas

(...)

Miguel Brieva dibuja y escribe una y otra vez contra el gag de los terroristas suicidas. Ése es casi su único tema (...) Un terrorista suicida es un sujeto que incurre en la antinomia de matarse matando. Están por todas partes. Están también dentro de nostros. Matarse matando es lo que hacen, sí, algunos desesperados, algunos fanáticos, en lugares en los que se vive mal por nuestra culpa. Pero "matarse matando" es lo que hacemos también nosotros, sin ninguna desesperación ni fanatismo, en lugares donde se vive ciertamente mejor sin ningún mérito nuestro, y en los que el convencimiento mismo de nuestra superioridad, motor de consumo -es decir, una destrucción desenfrenada-, instrumento de una producción -es decir, de una destrucción- delirante e irracional, derrite muy deprisa los polos, seca los ríos, despeina los bosques, envenena el aire y desnuda a los niños. ¿Cómo se convence a un hombre de que mate matando? En Pakistán, en Afganistán, en Palestina, en Iraq, se les empuja mucho, se les da una bomba y se les promete el paraíso a cambio de su gesto. Pero ¿cómo -cómo- se convencce a las clases medias occidentales de que cometan el atentado suicida más grande de la historia? Se les persuade de que el gesto es el paraíso mismo. Para una empresa de persuasión tan descomunal hacen falta medios también descomunales: es lo que llamamos capitalismo. Hacer estallar una bomba exigiría más conciencia (aunque fueses negativa) y más valentía por nuestra parte: en su lugar, se nos dan lavadoras, hamburguesas, pantallas de plasma, coches, refrescos, lencería fina y chocolates belgas. Es ese gag material, placentero, cotidiano (...) llamado "mercancía", que nos arranca del mundo común y que no exige de nosotros sino que pongamos infantilmente el cuerpo. (...) Pero el gag de la mercancía no basta. Hace falta también una operación de propaganda sin precedentes históricos, eso que perversamente denominamos "publicidad" para describir y celebrar la invasión del espacio público por parte de los intereses privados. (...) No es extraño que la publicidad -eso es lo que ven certeramente sus viñetas- concentre ahora toda la audacia estética, antipuritanismo moral y rupturismo revolucionario que hace cien años movilizó el arte de vanguardia para escandalizar al burgués y que hoy se inscribe en el corazón mismo de la mentalidad burguesa: es necesaria, sí, mucha audacia para persuadirnos de destruir alegremente el universo.

*con una viñeta del mismo libro.

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